Premio Nobel, defensor de la libertad y figura clave del “boom” literario hispanoamericano, Vargas Llosa transformó la narrativa moderna y se enfrentó sin miedo al poder desde la literatura y la política.
Mario Vargas Llosa no fue solo uno de los escritores más brillantes del siglo XX y XXI; fue también un ciudadano comprometido, un intelectual incómodo, y una figura clave en los debates políticos, sociales y culturales del mundo hispano. Su obra narrativa, vastísima, es inseparable de su pensamiento político: liberal, crítico del populismo y enemigo declarado de cualquier forma de dictadura, ya sea de izquierda o de derecha.
Formado en el entorno cultural del Perú de los años 50, irrumpió con fuerza en la escena literaria con Los jefes (1959) y La ciudad y los perros (1963), que lo proyectaron internacionalmente. Desde entonces, Vargas Llosa se convirtió en un referente del llamado “boom latinoamericano“, una generación que revolucionó la literatura en español con técnicas narrativas modernas y un enfoque más universal. En ese grupo estuvo codo a codo con genios como Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Carlos Fuentes y José Donoso.
Su amistad con Gabriel García Márquez fue tan célebre como su ruptura. Durante años compartieron ideas, viajes y una visión crítica de América Latina. Sin embargo, diferencias personales y políticas los alejaron definitivamente. Vargas Llosa mantuvo una postura crítica frente al castrismo, mientras García Márquez simpatizaba abiertamente con Fidel Castro. Lo que quedó fue un distanciamiento irreparable entre dos colosos de la lengua española, aunque nunca dejó de reconocer la grandeza literaria del colombiano.
También mantuvo fuertes vínculos con otros intelectuales como Octavio Paz, quien compartía su visión liberal e independiente, y con escritores como Jorge Edwards, con quien sostuvo afinidades en la crítica al autoritarismo y la defensa de la democracia. Vargas Llosa fue, además, un gran lector de la literatura europea, en especial de Flaubert, Sartre y Faulkner, cuya influencia se percibe en la precisión y profundidad de su prosa.
Pero Vargas Llosa no se quedó solo en los libros. En 1990, decidió participar directamente en la política peruana como candidato a la presidencia de su país. Su campaña, basada en ideas liberales y modernizadoras, chocó con el discurso populista y autoritario de Alberto Fujimori, quien finalmente ganó. Aquella derrota no significó un retiro, sino una reafirmación: Vargas Llosa volvió a la literatura con más fuerza, convertido en una figura aún más respetada por su coherencia y compromiso con sus ideas.

En lo literario, su capacidad para reinventarse fue admirable. Si en los años 60 y 70 fue el gran narrador realista, técnico y experimental, en las décadas siguientes exploró nuevas rutas: desde el erotismo refinado (Elogio de la madrastra), hasta la política-ficción (Historia de Mayta), pasando por novelas policiales (¿Quién mató a Palomino Molero?) y grandes frescos históricos (La guerra del fin del mundo). Nunca perdió el pulso narrativo, ni la voluntad de riesgo.
Vargas Llosa también supo hablar sobre el oficio de escribir. En su ensayo La verdad de las mentiras, defendió con pasión la ficción como una forma de acceder a verdades profundas del ser humano. Para él, escribir no era un lujo, sino una necesidad moral, una forma de resistir a la mentira institucionalizada y a los discursos que intentan manipularnos.
A título personal, admiro especialmente su disciplina. Vargas Llosa escribía como si estuviera entrenando para una maratón: todos los días, con método y sin excusas. Su obra me enseñó que la literatura no se trata solo de inspiración, sino de oficio, estudio y trabajo constante. También me enseñó que un escritor no tiene que estar de moda para ser relevante, ni callar su voz por temor al qué dirán.
Hoy, a pesar de las controversias o los desacuerdos que puedan surgir por sus opiniones políticas, Mario Vargas Llosa sigue siendo un referente imprescindible. Su legado es el de un intelectual libre, de un narrador sin ataduras, y de alguien que supo hacer de la palabra escrita una forma de resistencia y de belleza.
✍️ Escrito por César Ferrer
📌 Fundador de EduInnova360, investigador y pedagogo especializado en educación creativa y emprendimiento.
Con más de 18 años de experiencia en Ciencias de la Educación, es también bloguero, podcaster y autor, creando contenido para impulsar el aprendizaje innovador y el desarrollo profesional.
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Totalmente de acuerdo, es y será un referente en la literatura.
Buen artículo.
Un abrazo. 🙂