Marian Rojas Estapé: emociones, estrés y felicidad

Entrevista a Marian Rojas Estapé: emociones, mente y felicidad

¿Qué significa que no existen atajos hacia la felicidad?
Vivimos en una sociedad obsesionada con ser feliz rápidamente. Buscamos sensaciones inmediatas: comida, compras, redes sociales. Nada de esto es malo en sí, pero cuando sustituye el verdadero sentido de la vida, nos perdemos. La felicidad no es un “truco rápido”: depende del sentido que cada persona le da a su existencia. Los japoneses lo llaman ikigai. Cuando uno encuentra ese propósito, mejora la salud física, psicológica y también la capacidad de ser feliz, incluso en medio de dificultades.

Has dicho muchas veces que el mejor antídoto contra el sufrimiento es el amor. ¿Podrías explicarlo?
Sí. El amor en todas sus formas es esencial. El amor propio, que construye autoestima sana. El amor de pareja, que nos vuelve valientes y mejora incluso nuestro sistema inmune. El amor hacia los demás, que mitiga el estrés cuando sentimos apoyo. También está el amor a nuestras creencias e ideales, que da fuerza para seguir adelante, y el amor a los recuerdos, que reactiva en nuestro cerebro la misma química de cuando vivimos esos momentos felices. Recordar con intensidad puede ser terapéutico.

¿Y qué ocurre con las emociones negativas o con la preocupación constante?
Aquí entra la neurociencia. Cuando percibimos una amenaza, real o imaginaria, el cerebro activa el hipotálamo y las glándulas suprarrenales segregan adrenalina y cortisol. Ese “modo alerta” es útil para sobrevivir, pero si se mantiene demasiado tiempo, intoxica el organismo. El 91% de lo que nos preocupa nunca sucede, pero el cuerpo lo vive como real: aparece caída del cabello, problemas digestivos, insomnio, contracturas musculares, inflamación e incluso depresión. Comprender esto es clave: mente y cuerpo no se pueden separar.

¿Cómo influye este estrés mantenido en la salud?
A nivel físico, altera hormonas como estrógenos y testosterona. Genera inflamación latente que deriva en gastritis, colon irritable, dermatitis o migrañas. También daña la microbiota intestinal, el llamado “segundo cerebro”. Esto afecta directamente al estado de ánimo, la energía y la claridad mental. A nivel psicológico, genera irritabilidad, ansiedad, falta de concentración y tristeza. Muchas depresiones provienen de este estado de alerta mantenido.

Con este panorama, ¿qué podemos hacer para gestionarlo mejor?
Primero, conocerse. Saber si eres tímido, sensible, perfeccionista o impulsivo, y cómo reaccionas al estrés. Eso permite anticipar las señales del cuerpo. Segundo, llevar una vida antiinflamatoria: cuidar la alimentación sin obsesionarse, dormir bien y priorizar la calidad del descanso. Tercero, incorporar hábitos sanos: ejercicio regular, vías de escape creativas, y educar la voz interior para que no nos sabotee. Y algo clave: rodearse de personas vitamina, esas que nos apoyan y nos hacen sentir mejor.

Mencionas mucho la importancia de “salir del modo alerta”. ¿Cómo se logra?
El cuerpo no está diseñado para vivir en estrés permanente. Necesitamos activar el sistema parasimpático, el de la calma. Eso se consigue con prácticas de respiración, meditación, actividades creativas, conexión con la naturaleza, relaciones sanas y, sobre todo, parándonos a escuchar nuestras emociones. Solo cuando entendemos qué sentimos y por qué, podemos vivir con mayor autenticidad y plenitud.

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Reflexión final

La conversación con Marian Rojas Estapé nos recuerda algo esencial: ser feliz no significa no tener problemas, sino aprender a gestionarlos. La neurociencia confirma que las emociones y pensamientos impactan en nuestro organismo, pero también nos ofrece herramientas para transformar nuestra vida.

Ser “personas vitamina” no es un don, sino una decisión: apoyar, empatizar y conectar desde el amor. Cada pequeño gesto de autocuidado y de cariño hacia los demás nos acerca a una existencia más equilibrada.

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Fuente original

Entrevista publicada en Aprendamos Juntos 2030 – El País, disponible en Aprendamos juntos BBVA

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